Depresión: Mi experiencia con la enfermedad del siglo XXI

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Lectura de 8 minutos

No es coincidencia que tres de las enfermedades nombradas como “La enfermedad del siglo XXI” sean mentales. El estrés, la ansiedad y la depresión. Las tres son enfermedades infravaloradas y que se correlacionan entre sí en algunos casos. En el caso de la depresión, se prevé que para el 2030 sea la principal causa de discapacidad mundial. 

El 13 de enero de cada año se conmemora el día mundial de la depresión. Una enfermedad que afecta a más de 300 millones de personas en el mundo. En Nicaragua, según el Ministerio de Salud (MINSA), al año ocurren más de 300 muertes al año por suicidio. De acuerdo con Organización Mundial de la Salud (OMS), hasta el año 2020, se reportaban solamente 250 profesionales de la salud mental a nivel nacional. O sea que, por cada cien mil habitantes, hay solamente cuatro expertos en este tema.

 

Diagnostico e inicio de sintomas

El 13 de abril del 2023, fui diagnosticado con depresión moderada – severa. (Luego de retomar mis terapias psicológicas que había abandonado por alrededor de 8 meses). Llegue sumamente hundido en una espiral de pensamientos invasivos. Voces que no me dejaban descansar. Drenado de energía, solo quería mi cama. Secuestrado física y mentalmente. Entregado a la merced de los síntomas: Falta de apetito. Poco o mucho sueño. Deje el gym. Descuide mi trabajo. Mandar un correo, era una tortura. Bañarme y cepillarme los dientes era un logro. Me aislé de mucha gente. Me acerqué a otras con mucho esfuerzo. Lloraba sin motivo aparente. Bebía alcohol los findes de semana, lo que empeoraba todo. Me sentía solo, incomprendido, inestable, sin amor propio, sin valor personal, y lo peor de todo es que creía que el mundo y las personas estarían mejor sin mí. Bromeaba mucho sobre el suicidio, pero eran pensamientos que en realidad me planteaba. Es lo difícil que nuestro entorno aprenda a reconocer, a veces miramos personas alegres y disfrutando la vida, que consideramos que es una broma cuando mencionan algo así “No entiendo por qué lo hizo, se miraba feliz, tranquilo y no tenía problemas”. 

Justamente llevaba 2 semanas con estos síntomas. Llegaron a chocar con la despedida de una de mis mejores amigas que partía a USA. Pasamos saliendo durante esas dos semanas y hubo mucho alcohol, ya saben, así son las despedidas en Nicaragua. Y realmente, beber es un placer efímero, me daba una calma momentánea. Pero es un depresivo por excelencia, ataca el sistema nervioso central e inhibe la serotonina, la hormona encargada en la regulación del estado de ánimo. Ya se imaginarán las resacas existenciales que tenía al día siguiente. Y esto sumado con las responsabilidades laborales que me ocasionaban estrés porque las cosas no estaban tan bien que digamos. Me encontraba poseído por las tres bestias. Estrés, ansiedad y depresión.

Lo que me arrastro a retomar las terapias fue que, el jueves 13 de abril, un día antes de asistir a mi cita, tenía clases de teatro, desde la levantada me sentí drenado, sin energías y sin ánimos de ir. Anteriormente, nunca había significado una tortura, asistir, pues el teatro se volvió rápidamente una pasión que descubrí. Ya tenía dos meses asistiendo y más bien, era terapéutico. Y así fue ese día, fue relajante y fue un estímulo que necesitaba para escribirle a mi psicóloga y agendar una cita. Por suerte, había un espacio al día siguiente. Además, estaba en constante contacto con una de mis mejores amigas que radica en España, quien fue un soporte y me motivaba a buscar ayuda. 

Durante la terapia, cuando se me dice que tengo depresión, la noticia me desánimo. Entré en un leve estado de shock porque estaba a punto de ser mandado al psiquiatra para ser medicado. Me generó miedo. Nunca me imaginé tomando medicamentos para regular mi estado de ánimo, y lo que nos presentan en películas o relatos sobre los psiquiatras y las medicinas no es muy alentador. No quería depender de un medicamento. Me angustiaba la idea de lo que pensarían mis amigos. No quería tener un trato condicionado por tener depresión. Ni que me buscaran más o escribieran más por estar en depresión. No quería ser visto como el loco del centro. El que se iba a matar. El que causa lástima. Pues todo esto son estigmas que están aún palpables dentro de nuestra cultura. Lamentablemente, dentro del mismo ambiente laboral. Y sobre todo, en los call center, criaderos de depresión, estrés y ansiedad. (Que por cierto, es el nombre que ocupará uno de mis próximos artículos) ven como desventaja tener asociados con enfermedades mentales, pues no son productivos para tomar llamadas y ocasiona muchas pérdidas. 

A mis padres les tomó por sorpresa la noticia. Ellos estaban al tanto de cómo me sentía y se ofrecieron hasta a pagarme las terapias. Mi papá le comentó a un amigo doctor, un excelente internista y gran amigo de la familia, sobre mi situación, el cual, pidió verme a la brevedad. Todos los tabúes e ignorancia que yo tenía sobre el tema fueron resueltos por él. Primero, me recalco que la depresión es una enfermedad y como toda enfermedad tiene que ser tratada con medicamentos, la cura no son dos palmaditas y la frasecita de “No estés triste” y a seguir adelante, ya que, son reacciones químicas de tu cerebro lo que ocasiona el desbalance emocional. Y segundo, los medicamentos de hoy en día no generan dependencia, sin embargo, no se pueden dejar de tomar porque corres el riesgo de un efecto rebote que puede resultar ser peor de tu estado actual, el tratamiento tiene que ser cortado paulatinamente y solo el doctor o psiquiatra es quien debe evaluarlo. Así que, durante 6 meses como mínimo, Escitalopram de 10 mg. 1 tableta diaria. Mi diagnóstico final fue síndrome ansioso depresivo, que es cuando se manifiestan síntomas de ambas enfermedades, pero hay una que sobresale de la otra, en mi caso, la depresión. 

En cuestión del medicamento, cada caso es distinto. Conocí a alguien que tomaba 20 mg de la misma pastilla. Y otro caso más severo, que tomaba tres pastillas distintas. Aquí lo importante es reconocer los síntomas a tiempo y asistir donde un psicólogo o psiquiatra. Así que, el nombre de la pastilla es por pura referencia. No se automediquen. 

 

El resultado de reprimir emociones

Con todo este desbarajuste mental y el tratamiento que actualmente sigo tomando, me encuentro haciendo una retrospectiva y autoanálisis de toda mi vida. De repente, se me vienen pensamientos o flashbacks que pensaba, había olvidado. Fue entonces cuando descubrí que probablemente estaba viviendo en depresión durante varios años, pero no le prestaba mucha atención porque creía que simplemente había malas rachas y ya. Me di cuenta, que toda mi vida he pasado cuestionando mi existencia para mal y que los momentos e instantes más felices que encuentro en mi memoria están ligados a fiestas, viajes, conciertos, compras compulsivas. Todos placeres momentáneos que me gustan tanto, que tiendo a repetir las dosis frecuentemente para encontrarle valor y propósito a mi vida. Cómo citó Victor E. Frankl en su libro El hombre en busca de sentido último, “Cuanto más hagamos de la felicidad un objeto, más nos alejaremos de ella”.

De esta manera contrarrestaba e ignoraba mis emociones, reprimiéndolas. Hasta olvidarme que alguna vez estaba pensando. Pero eventualmente volvían. El problema de ir suprimiendo emociones es que, con el tiempo, puedes llegar a perder la capacidad de emocionarte o sorprenderte,  hasta llegar a vivir en un estado neutral. Emocionalmente vegetal. El recuerdo más cercano que tengo fue durante un viaje que hice a Panamá a finales del 2022. Hicimos un viaje a Playa Blanca con unos amigos, en el caribe de Panamá, una playa virgen. Hermosa, de aguas claras. Un lugar perfecto para presenciar la puesta del sol. Una playa con poca costa, como si de una laguna se tratara que tenías el mar a centímetros. Con pequeños quioscos de maderas construidos por los lugareños para ofrecer su comida fresca y con sazón panameña. Llena de árboles frondosos, parecidos a los palos de almendra en Nicaragua. Con pocas palmeras para ser un lugar del caribe. Sí, lugar soñado para pasar las mejores vacaciones. Sin embargo, así de bonito como lo recuerdo, lo describo por lo que percibieron mis ojos, no mi alma, ni mi corazón. En ese momento me sentía neutral de emociones. Gris. Sin capacidad emocional. Sin capacidad de asombro. Vegetal. Y en el instante que empezaron esos pensamientos inicie a tomar alcohol, a comer algo, a meterme al agua, a jugar con una pelota que habíamos llevado. Es inexplicable lo bien que la pase gracias a las sensaciones que brinda el alcohol, pero el vacío existencial que me generó después, fue escalofriante, alarmante, agobiante y abrumador. Sabía que algo pasaba, pero trate de ignorarlo. Me sentía muerto en vida. Y ahora, mientras escribo esto, me resuena una frase de Albert Einstein que dice “El hombre que piensa que su vida no tiene sentido no es que sea infeliz, es que no sirve para vivir”

Todo ese vacío existencial que pase a través de los años y pase ignorando tenía un origen, que a la vez, era la respuesta para mejorar mi vida. Era mi cuestionamiento sobre mi orientación sexual y la falta de aceptación que me tenían ahogado en el peor de los males humanos: creer que la muerte es mejor que la vida. Todo esto lo llegué a comprender en mis terapias de psicoanálisis, y también que me sumergí en los libros de psicología que ahora encuentro fascinantes. Mi manera de ver la vida ha cambiado tanto que antes odiaba los libros de autoayuda, creía que no tenían sentido. Ahora acudo a ellos en busca de conocimiento y autodescubrimiento.

De igual forma, todo esto me ha ayudado a comprender y a compadecerme más de las personas. Ahora soy más consiente sobre la salud mental, busco como concientizar a mis allegados y brindarles un poco de lo que he aprendido. Antes, subestimaba mucho el tema que hasta llegaba a pensar que las personas lo hacían para llamar la atención, para no trabajar, para no hacer nada de sus vidas, yo era quien pegaba las dos palmaditas y decía “No estés triste”, “Sé más positivo”, “Ya se te pasara”. Porque es difícil ser un apoyo para las personas con depresión. ¿Qué puedes decirles? Es como intentar dar el pésame a un amigo que ha perdido a un familiar. Incómodo. Quedas corto de palabras. Lo más que puedes hacer es escucharlo, abrazarlo, apoyarlo y cuidarlo. No sabemos actuar en esta situación porque no existe un plan nacional que nos informe sobre el tema, al menos yo, lo ignoro. 

Se necesitan más espacios donde se puedan abordar temas de la salud mental y planes, tanto escolares como laborales, para ejecutarlos y concientizar más sobre este tema que pueden llegar a afectar silenciosamente. Realmente las cifras siempre serán aproximadas, por lo que hay personas que nunca llegan a tratarse y mueren en depresión. Este blog desde su inicio pretende hablar más sobre los temas de salud mental y mostrar más realidades sociales y casos reales que he conocido.

De momento, nuestro deber social y humanitario sería escuchar y captar señales de alertas en familiares y amigos para motivarlos a atenderse con un especialista. No seamos los de las palmaditas en la espalda. Abraza, escucha y cuida a tu amigo o familiar. 

 


Referencias

La depresión será la primera causa de discapacidad en la próxima década. (2019, Septiembre 27). Infobae. Junio 26, 2023 https://www.infobae.com/salud/2019/09/27/la-depresion-y-la-tristeza-seran-la-primera-causa-de-discapacidad-en-la-proxima-decada/

Nicaragua sin atender la salud mental: Así están las tasas de suicidios en los últimos años. (2022, Mayo 9). Nicaragua Investiga. Junio 26, 2023 https://nicaraguainvestiga.com/nacion/82605-suicidios-nicaragua-2017-2021/

 

2 comentarios

  1. Denis Porfirio Paiz Guerrero

    Abrazos Darren, he leído tus artículos, interesantes experiencias, “ánimo”, creo qué tenés facilidad para escribir, dan ganas de leerte.
    Tus escritos rápidamente nos hacen reflexionar sobre lo importante de la temática que tocas y que es tan necesaria en nuestra actualidad para ayudar a amigos y demás afectados carentes de sitios donde abordarlos para explorar, intercambiar, conocer y sobre todo a ayudar a su resolución positiva. Abrazos.
    PD: Espero pronto poder asistir a la presentación de tu primer libro.

    • Muchas gracias, estimado.
      Le agradezco en tiempo invertido para leer los articulo. Y sobre todo, y más importante aún, que lo haga reflexionar.
      Un abrazo.
      PD: Invitado de honor para la presentación del libro

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