Rompiendo silencios: Un año despues

Rompiendo silencios: Un año despues

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Hace un año, tomé la valiente decisión de romper mi silencio. Este blog comparte mi relato personal de los acontecimientos que cambiaron mi vida y que se han desarrollado desde que abracé mi identidad. Una lectura obligada para quienes buscan inspiración y comunidad. Lee la publicación de hace un año aquí.


Lectura de 5 minutos.

“Finalmente, llegue a decir ¡Ya basta! Incluso a mí mismo.”

Un año ha transcurrido desde entonces, donde ha pasado mucho o nada; entre nada o poco. Mi vida ha cambiado, pero a la vez, sé siente igual. 

Cuando hice mi revelación pública, todo fue escrito desde las vísceras. Fue un instante donde deje de pensar en el que dirán; pensé más en mí. Exhausto de tantos años de silencio; de aparentar; camuflar mi esencia; esconder mis pensamientos; callar mis deseos. Finalmente, llegue a decir ¡Ya basta! Incluso a mí mismo. Desde luego, no quería seguir viviendo con miedo y reprimido; ya me encontraba dañado y me salvé de un desastre. 

Daban las 2:35 AM cuando decidí agarrar mi celular y expulsar en un vómito verbal, todo lo que tenía contenido desde hace años. Abrí las notas del celular y empecé a escribir lo que fue una catarsis para mi vida. No estoy seguro cuanto tarde, fue un texto largo, pero calculo que fueron al menos dos horas. 

Esa madrugada no logre dormir, y mis ojos apenas podían mantenerse abiertos. Sentía la vista cansada y mis ojos resecos, y esa pequeña punción en la frente que te alerta que estás llevando el cerebro al máximo y que es hora de descansar. Pero no, no podía dormir. Tenía la ansiedad activada y no era para menos. Estaba a punto de publicar en redes una parte de mi vida que estaba en las sombras para muchos; aunque a la vez sospecharan. 

Ya quería terminar con toda esta presión en mi vida. Solo los que llevamos las cadenas del silencio sabemos el peso de cargar con ellas.

Ese par de horas que tuve entra la finalización del texto a su publicación, me entro el conflicto interno entre “No lo debo explicaciones a nadie” y “Hay que terminar con esto”. Quisiera que lo primero hubiese sido una opción. Al final, es verdad, no le debo explicaciones a nadie. Sin embargo, era la llave para soltar las cadenas y liberar mi silencio en un grito enardecedor que me dejara al fin respirar en paz. 

Llego el momento de publicar, y como no podía esperar más, publique en mis redes a las 8:00 am lo que callaba y muchos sospechaban. Recibí un apoyo inconmensurable. Aún recuerdo muchos de los comentarios, incluso de personas que jamás lo espere. Muchos suavizaron sus comentarios de apoyo a lo Juan Gabriel, con aquello de: “Lo que se ve no se pregunta”. 

A estas alturas, muchas de las personas a mi alrededor ya lo sabían desde mucho antes; incluido mis padres. Pensarán que habiéndole contado a las personas más cercanas de mi vida era suficiente para continuar, pero hay silencios que necesitan romperse con un grito y que alerte de tu presencia y vulnerabilidad a los demás. 

Ese grito, era necesario para mi bienestar y para mi lucha constante contra la autoaceptación. Por muchos años traté de convencerme de lo contrario, inventando formas de protección y convencimiento. Luche tanto por convencerme e intentar cambiar de deseos, que termine aniquilando parte de mi humanidad y alimentando un odio irracional hacia mí mismo y los demás, iguales que yo. Me martirizaba cuestionándome y cuestionando a Dios, que si no era digno de entrar al reino de los cielos por ser como soy, entonces ¿Por qué me mando así? ¿Por qué a mí? Si Dios es perfecto, ¿Por qué fallo conmigo? ¿Por qué mando a la tierra seres humanos a quienes sus propios hijos odian y los condenan al inferno? ¿Por qué nos condenan como a unos asesinos? ¿Por qué la moral cristiana es tan estricta con nosotros y no con los que practican odio y segregación? Todas estas preguntas enfermaban mi mente. Entraban y salían a su antojo, dejando más incertidumbre sobre mi existencia sin nadie que me brindara una respuesta.  

No escogí esta vida, y desde el resentimiento no sanado aún digo que: Si hubiese podido escoger mi vida antes de nacer, estoy seguro de que no hubiese elegido esta. Quien quiere venir al mundo a ser marginado, discriminado, perseguido, asesinado, encarcelado, violentado y minimizado en lo que simplemente es una preferencia sexual. Díganme, ¿quién quiere eso? Tengo la dicha que nunca he sufrido una discriminación constante, como la sufren muchos en la calle, solo por quebrar sus caderas al caminar o por suavizar el tono de voz. Pero, aunque no me haya pasado aún, me compete; porque pude haber sido yo por intentar ser más libre, pero decidí la supervivencia. 

No es la vida que pedí, pero es la que me toco vivir. Me toca vivir que a pesar de haber hecho mi vida personal pública, es como si no hubiese ocurrido. Pues, cada persona nueva que entra en mi vida inevitablemente te lanza la preguntita cansina. 

Volviendo a ese día (de mi publicación), después de haber publicado en mis redes, me sentí un tanto extraño. Me sentí en un Paseo inmoral. Ese día, en la película biográfica de mi vida, sonó esa canción “No logre sobrevivir dentro del caparazón”; en busca de mi identidad y mi satisfacción personal. Me entro un poco de rabia, pues no podía creer las instancias a las que había llegado todo; un tanto surrealista e inimaginable. Mi ser estaba inquieto y merecía pasar el trago agridulce. Me fui solo, a sentarme a la barra de un bar para esperar el efecto del alcohol y poder ver la situación con un poco más de claridad. A veces me surgen las mejores ideas y obtengo mejor claridad cuando estoy bebiendo, y ese día mi mente estaba nublada y con poco descanso.

Ahora que me encuentro escribiendo esto y que miro en retrospectiva; ese día estaba intentando cambiar, mi vida y mi identidad por más de diez años, en un solo día. Ese día, solo di el gran paso a la aceptación. Era eso, o vivir luchando con la depresión.

 Al día de hoy, llevo alrededor de dos años en terapia psicológica; trabajando en los más de diez años de lesiones internas que me ocasione sin querer queriendo. No es mi culpa que el mundo no sea tolerante y amable; tampoco lo fue nacer así; porque sí, así nací. 

Estoy agradecido a todos los que, desde aquel día, han visto en mí al ser humano y no condicionan a mi persona por preferencias sexuales. Es un día que llevo tatuado en mi brazo, como recordatorio de un nuevo nacimiento, despojándome de todo, para vivir la vida que yo quiero sin importar lo que digan. Ya los años que quedaron atrás, cuando vivía en las sombras y con miedo al rechazo, no volverán. Son años perdidos que nadie podrá reponérmelos. Ya perdí muchos años de libertad. Por eso, cada vez que veo mi brazo tatuado con esa fecha, recuerdo que decidí, a partir de ese día, ser feliz. De todas formas, a eso venimos, ¿no? A ser felices. Y bueno, de momento… ¡Ahí vamos!

2 comentarios

  1. Javier Martinez

    Hijo está de más decirte las pendejadas que siempre uno dice como:

    Te apoyamos.
    Sigue adelante.
    Te queremos.
    Cuenta conmigo

    Solo te puedo decir que sos un buen ser humano, que hoy en día habemos poco con tu nobleza, lealtad, entrega, carisma, sinceridad.

    TE QUIERO DARREN

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